La huella de West fue pues más humana que deportiva, quedándose en los 11,4 puntos y 6,4 rebotes. Era un trotamundos que pasó diez años en Europa, entre Francia, Suiza y España. Pese al poco tiempo que permaneció en la capital de la Costa del Sol, siempre la recordará por el sitio en el que nació una de sus hijas.
No he podido contactar directamente con él, pero sí he encontrado una entrevista bastante reciente en la que habla un poco de todo. Al menos en 2013 vivía en el condado de Madison, en Georgia, donde ejercía de entrenador escolar.
Nacido en Chicago en 1958, empezó a jugar bastante tarde al baloncesto, simplemente porque “era alto”. Pero progresó tan rápidamente que logró una beca para jugar tres años en el Boston College a las órdenes de Rick Pitino. “Me abrió los ojos a cosas muy distintas”, recuerda.
Sus buenas actuaciones le sirvieron para entrar en la quinta ronda del ‘draft’ de 1980 (número 94) por Utah Jazz, pero no conseguiría plaza en el equipo. “Había demasiados buenos jugadores allí. Tú eres solo uno entre un montón de hormigas. Supone entonces que no iba a conseguir el sueño, pero quería seguir jugando al baloncesto”, relata.

Decidió entonces venir a Europa, de donde guarda “muchísimos buenos recuerdos”. “Mi hija mayor nació en España y mi hijo mayor, en Francia. Viví en París, en Ginebra”, relata. Así hasta 1990, cuando decidió terminar su carrera ‘overseas’ y regresar para empezar a ser entrenador, primero como asistente en LaGrange College.
Permaneció otra década en los banquillos universitarios hasta que tomó la decisión de asentarse en un sitio concreto por motivos familiares. “Se lo prometí a mi mujer”, resume. Así consiguió primero un trabajo como director ejecutivo del Boys&Girls Club de West Georgia, en el que permaneció de 2000 a 2009. Guió a la organización a varios premios nacionales, incluyendo el de mejor programa educacional del 2005.
En el 2009, tras completar un master, trabajó en Roanoke, Alabama, en un ‘high school’, antes de asentarse de nuevo en Georgia en el Morgan County’s Crossroads. “Comparto lo que he vivido con los chicos y mantengo mi mundo organizado. Es como un laboratorio de enseñanza”, concluye.
Permaneció otra década en los banquillos universitarios hasta que tomó la decisión de asentarse en un sitio concreto por motivos familiares. “Se lo prometí a mi mujer”, resume. Así consiguió primero un trabajo como director ejecutivo del Boys&Girls Club de West Georgia, en el que permaneció de 2000 a 2009. Guió a la organización a varios premios nacionales, incluyendo el de mejor programa educacional del 2005.
En el 2009, tras completar un master, trabajó en Roanoke, Alabama, en un ‘high school’, antes de asentarse de nuevo en Georgia en el Morgan County’s Crossroads. “Comparto lo que he vivido con los chicos y mantengo mi mundo organizado. Es como un laboratorio de enseñanza”, concluye.

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